miércoles, 11 de junio de 2014

El Paraíso cada cuatro años





Escribir sobre lo que significa un Mundial es realmente difícil. Quieres decir mil cosas y no te sale ninguna. Que cada uno piense en el mayor vicio que tenga. Ahora, que se imagine que le van a regalar ese vicio, a todas horas, durante un mes entero. Cada uno que lo describa de la forma que mejor se sienta representado.

Lo que sí queda claro es que es una fiesta. Una celebración que tiene lugar cada cuatro años y que acapara toda la atención mundial durante treinta días. Personas de todas las edades, de todos los lugares, da igual la condición, se reúnen para ver un espectáculo únicamente comparable con los Juegos Olímpicos. Todos, con la misma ilusión que se tiene desde niño: el sueño de ver ganar un Mundial a tu selección.

Hay una cosa que tiene este tipo de acontecimientos que me gusta mucho. Y es la forma que tienen de atraer la atención de la gente que normalmente no es muy futbolera, pero que al llegar estas fechas se siente atrapado como uno más por la magia que encierra la mayor competición deportiva del mundo (de nuevo sin olvidar los Juegos).

Para los que somos futboleros este es el regalo más grande que nadie nos podrá hacer nunca. Es el sueño para el que vivimos cada cuatro años. Es la depresión que comienza el primer minuto después de la final porque la fiesta se ha acabado. Pero también es el entusiasmo desmedido y la ansiedad de los días previos a que ruede el balón.

Desde que se realiza el sorteo muchos meses antes, ya estamos mirando el calendario y deseando que llegue el partido de inauguración aunque sea un Argelia-Honduras. Estudiamos a conciencia los cruces. Empezamos a elucubrar, ay cómo nos gusta elucubrar con los cruces.

Cómo no, vamos decidiendo cuáles serán nuestras revelaciones en función de lo poco que sabemos, porque no hemos visto ni un solo partido de clasificación de Colombia, pero de repente nos encontramos convencidos de que los cafeteros van a dar el golpe. Porque esa es otra, al llegar el Mundial nos aprendemos los apodos de todas y cada una de las selecciones y nos hacemos los entendidos llamándolas de esa forma.

El remate final llega en las proximidades del Día D. Una semana antes suelen salir las guías del Mundial de los principales diarios deportivos. En ellas aparecen análisis pormenorizados de cada equipo, de cada jugador y la táctica de cada seleccionador. Una vez que nos hemos hecho con ella, nos dedicamos a estudiarla a fondo para tener todo aprendido antes de que eche a rodar el balón. Es una obligación.

Durante el tiempo que dura el torneo, hay muchos partidos clásicos, como puede ser un Inglaterra-Italia o un Brasil-Alemania, de esos que pocos se quieren perder. Y después están los que más nos hacen disfrutar a algunos locos. Aquellos que nos producen un regocijo altamente difícil de comprender para muchos. Se trata de los Irán-Nigeria, Japón-Grecia o Argelia-Corea.

Hasta ahora, nadie a lo largo de la Historia ha conseguido descifrar las razones que nos conducen a algunos a disfrutar de un Irán-Nigeria, y es más, a tomar partido como si nos fuese la vida en ello por cualquiera de los dos contrincantes. Es un misterio que sucede cada cuatro años y al que nadie ha logrado, ni logrará, encontrarle explicación.

Mañana da comienzo nuestra fiesta preferida. Por la que esperamos cada cuatro años. La que nos hace volver a sentirnos como niños. Si eres amante del fútbol, bienvenido al paraíso durante un mes. Si no lo eres, estás a tiempo de unirte. No te arrepentirás. El espectáculo está a punto de empezar. No se levanten de sus asientos hasta que haya terminado la función. Disfruten y emociónense.

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