viernes, 28 de junio de 2019

Malaherba, la primera novela de Manuel Jabois


Libros, primera novela de Manuel Jabois


Pues las expectativas eran fundadas. La primera novela de Manuel Jabois me ha encantado. Tenía miedo, porque me gusta mucho todo lo que escribe, pero me daba miedo que al pasarse a la novela, por lo que fuese, no me gustase tanto. Uno siempre vive con el miedo de que aquellos a los que admira le decepcionen. Y no ha sido el caso para nada. Es un libro maravilloso que os recomiendo mucho.

Es una historia emocionante, tierna, conmovedora y divertida. Cuenta las experiencias que vive Tambu, un adolescente de 15 años en la Pontevedra de los años 80. Y nos lleva a esos tiempos de la infancia y adolescencia tan bien resumidos en esta frase: "Cuando uno es niño se entera de todo mientras no se entera de nada". O en "se puede prohibir saber, pero no intuir". No os puedo contar mucho más pero sí engancha esa sensación permanente de desconcierto, de "pero qué pasa aquí" que tienes y no resuelves hasta el final.

Una de las cosas que más me ha gustado, como podréis entender, es la sensación de  reencontrarme con Holden Caulfield. Me sucedió lo mismo con "Lo peor de todo" de Ray Loriga. Tambu es un poco Holden. Y le tiene a su hermana Rebe un amor similar al que Holden sentía por Phoebe. Hay muchas frases pero me quedo con "si me separaban de Rebe me rompían el corazón y la vida". *

Frase libro: "Eso es lo peor de todo. Lo peor es que te pasan cosas cuando eres niño que tú no sabes que son, y cuando te lo dicen ya no te queda odio, sólo una pena enorme. Y bien sabe Dios que es más peligrosa la pena que el odio, porque el odio puede destruir lo que odias, pero la pena lo destruye todo".

En la presentación, Jabois contó que la primera frase de la novela le vino en un taxi y que le pidió a su pareja que la escribiese en las notas del móvil. Así que, desde aquí, deseo fuerte que cojan pronto otro taxi, porque queremos otra novela de Jabois.

lunes, 3 de junio de 2019

Cuando Kafka se convirtió en una muñeca



Un día como hoy de 1924 fallecía Kafka, uno de los grandes. Sin embargo, me sucede algo curioso con él. No me llaman tanto la atención sus obras como su personalidad. Como que quiso quemar toda su obra y su amigo Max Brod lo impidió. O sus cartas a las mujeres que amó, mostrando todas sus inseguridades. Pero lo que me acabó de ganar fue la historia de la niña y la muñeca.

Un año antes de fallecer, paseando por el parque Steglitz de Berlín, Kafka vio llorar desconsoladamente a una niña. Al preguntarle, ella le contó que había perdido a su muñeca. Kafka le respondió que no, que no la había perdido. Ante la extrañeza de la niña, Kafka le explicó que la muñeca se había ido de viaje pero que antes de irse le había dejado una carta para ella. Le dijo que se la había dejado en casa pero que iría a recogerla para dársela. Y esa fue la primera de todas las cartas que Kafka le escribió a la niña durante tres semanas (a carta por día) como si fuese la muñeca contándole cómo iban sus viajes por Londres, París, y otras ciudades europeas.

Me parece una historia preciosa y conmovedora de la que saco dos conclusiones. El poder de la empatía. Kafka podía no haber hecho caso. Sin embargo, se interesó y logró comprender el drama que es para un niño perder a su muñeco. Y además de todo eso, se implicó hasta el punto de escribirle esas cartas. A mí eso me parece que lo hace una persona excepcional y con un corazón que no le cabe en el pecho ni en ningún lado. Es a una persona a la que me gustaría darle un abrazo muy fuerte. Qué bello es que existan personas que son capaces de inventar mundos para consolar a niños.

La otra conclusión es más triste, porque está relacionada con la inocencia de la infancia. Cuando pones todo tu empeño en creer las cosas que te cuentan. Aunque sospeches, te agarras a lo que sea para creer con todas tus fuerzas. Porque de niños creer es algo tan fundamental como respirar. Si un niño deja de creer, qué cosa más triste. Y al hacernos mayores dejamos de creer y empezamos a desconfiar. Por eso a mí me gusta creer en las personas y en la vida en general, porque quiero seguir respirando.