sábado, 17 de diciembre de 2016

Gracias Reverte por inventar a Falcó

Arturo Pérez-Reverte Falcó Guerra Civil espías España Alfaguara

Hace poco pensé que, además de escribir mis propios textos, podría atreverme a escribir sobre lo que otros escriben. Quizá pueda dar un poco de respeto, pero al fin y al cabo, no solamente disfruto de cada lectura, sino que también me gusta recomendar algunos de los libros que mejor me lo han hecho pasar. Así que me parece lógico canalizar todo eso en este blog. No serán reseñas al uso, de momento, sino que contaré las sensaciones que tuve mientras los leía, mi relación con algunos libros y autores, los motivos por los que me haya gustado y lo que se me ocurra. Hoy empiezo con la última novela de Arturo Pérez- Reverte, Falcó, de la editorial Alfaguara. A ver si os gusta.

Empezaré diciendo que es el primer libro que leo de Pérez-Reverte. Seguiré diciendo que me ha encantado y quizá me quedo corto con esa palabra. Me ha durado dos semanas en las manos. Es una novela trepidante, en la que no paran de ocurrir cosas. Con un comienzo como "la mujer que iba a morir hablaba desde hacía diez minutos en el vagón de primera clase" está todo dicho. Desde la impactante primera frase hasta la última te mantiene sumergido en la acción, sin saber en ningún momento lo que vendrá a continuación.

La novela tiene como escenario la convulsa España del año 1936. El protagonista es Lorenzo Falcó, un agente de los servicios de inteligencia. El nuevo personaje de Pérez-Reverte lo tiene todo para convertirse en el protagonista de una nueva serie del autor. No sé a vosotros, pero sé cuando me gusta un libro porque tengo la sensación de que me gustaría poder conocer a su protagonista y tomarme una cerveza con él. Con Falcó me ha ocurrido. Es un tipo único. En un momento de la novela, se realiza la siguiente descripción: "El mundo de Falcó era otro, y allí los bandos estaban perfectamente definidos: de una parte él, y de la otra todos los demás".

A Falcó le encargan una misión que podría cambiar el curso de la historia de España. Lo hará junto a sus compañeros Fabián Estévez, los hermanos Montero, y Eva Rengel. El carácter de cada personaje está muy bien descrito, no ya en profundidad, sino a través de gestos puntuales que delatan el valor o cobardía de algunos de ellos. Falcó es de los que se atreven. De los que asumen las consecuencias de sus actos. También es un canalla y un mujeriego. Por ese motivo hay también algunas escenas muy subidas de tono con descripciones bastante explícitas.

Es una historia en la que se habla, y mucho, de la lealtad, del engaño, de la traición y del valor. También contiene muy buenas descripciones de cómo era la vida en la España del 36, meses después del golpe de Estado de Franco contra la República con el que se inició la Guerra Civil. De la miseria y del fanatismo que hay en toda guerra.

Falcó tiene todo lo que se le tiene que pedir a un buen libro. Arturo Pérez-Reverte inventa una historia, con su principio, su nudo y su desenlace. Inventa un personaje con gran futuro, Lorenzo Falcó. Con una trama muy bien montada que te mantiene enganchado desde el principio hasta el final. Y te sorprende, vaya que sí te sorprende. Como en las buenas novelas de espías, nada es lo que parece. Ya estoy esperando el siguiente.

martes, 13 de diciembre de 2016

Me gusta, no me gusta

Aficiones luna mar hobbies

Me gusta llegar a casa y que esté ella. Me gusta la radio. Me gusta el reflejo de la luna en el mar. Me gusta el café de los domingos. Me gustan los días en los que juega mi equipo. Me gusta hacer listas de cinco sobre cualquier tema. Me gustan las noches que no se acaban nunca. Me gusta contar las luces de los faros. Me gusta el poema de Neruda en el que dice que puede escribir los versos más tristes esta noche. Me gustan los matices. Me gusta que mi hermana me haga reír. Me gusta perderme dentro de un libro. Me gusta la gente que tiene pasiones. Me gusta la alegría de las reuniones familiares. Me gustan algunas rutinas. Me gusta el misterio. Me gusta quedarme en el sofá con mis padres viendo alguna serie por la noche. Me gusta ir moviendo a los Reyes Magos en el Belén. Me gusta ver capítulos de Friends en bucle. Me gustan las sonrisas amables y sinceras. Me gusta estar con gente. Me gustan las tormentas. Me gusta andar sin rumbo por las calles de Madrid. Me gusta hacer amigos en cualquier lugar. Me gusta imaginarme dentro de una película de aventuras. Me gusta Calafell. Me gusta el momento en el que se apagan las luces del cine. Me gustan los días de sol en invierno. Me gusta el sexo de repente. Me gusta entusiasmarme con las cosas más tontas. Me gusta el primer baño del verano. Me gusta el barullo de gente. Me gustan las personas que aceptan los desafíos de la vida con valentía. Me gustan las personas que han aprendido a no preocuparse por todo. Me gusta ver llover desde la ventana. Me gustan los amigos que te dejan su cama y duermen en el sofá. Me gusta comerme el pico de la barra de pan recién salida del horno. Me gusta recordar los buenos momentos con alegría por haberlos vivido. Me gusta pensar en cada momento como una oportunidad. Me gusta pasear por el barrio latino de París. Me gusta la emoción que acompaña al inicio de cualquier viaje. Me gusta disfrutar de un buen plato de carne. Me gusta cuando ella se ríe.

No me gusta el silencio. No me gusta equivocarme y no aprender de ello. No me gusta el sectarismo. No me gusta el frío. No me gusta la gente maleducada. No me gustan las avispas. No me gusta ponerme rojo. No me gusta que las emociones dicten mi conducta. No me gusta llegar tarde. No me gustan las alturas. No me gusta que me interrumpan cuando cuento algo. No me gusta la sensación de estar perdiendo el tiempo. No me gustan los números. No me gusta no atreverme. No me gusta que el futuro me asuste en vez de ilusionarme. No me gusta sentirme decepcionado. No me gusta saber que he decepcionado a gente. No me gusta planchar camisas. No me gusta la persona que no sabe perder. No me gustan los aguafiestas. No me gusta hacer una tortilla francesa y que se me rompa en pedazos. No me gusta perder la capacidad de sorprenderme de la vida. No me gusta darme cuenta de que no hay leche cuando voy a tomarme el café por la mañana. No me gusta el imprudente. No me gusta que me cambien los planes. No me gustan las personas que andan por la calle como si sólo estuviesen ellos. No me gusta darle tantas vueltas a las cosas. No me gusta morderme las uñas. No me gusta ser tan torpe. No me gustan la personas que no tienen contradicciones. No me gusta quejarme. No me gusta verte triste.

Algo parecido a esto que he escrito es lo que nos pidió la profesora de Lengua y Literatura en cuarto de ESO. Eran deberes. Por el motivo que sea, no los hice y a la profesora no le gustó. Muchos años más tarde, aquí lo tienes, Mavi, el “me gusta/no me gusta” pendiente.

martes, 6 de diciembre de 2016

Vidas desde el tren

Viajes en el tren

Cuando viajo en tren suelo utilizar mucho la imaginación. Me ocurre, sobre todo, en viajes al extranjero cuando vas del aeropuerto a la ciudad y paisajes de barrios residenciales se van sucediendo ante tu mirada. En ocasiones, más que imaginarme, lo que me sucede es que se me amontonan las preguntas.

Me fijo en una casa concreta y pienso cómo serán las rutinas más tontas. Me pregunto si el que viva ahí se duchará por las mañanas o por las noches. Si se tomará un café con leche, o solo, al desayunar. ¿De cápsulas o de cafetera de toda la vida? O si no tomará café. Si se echará azúcar o sacarina. Si la noche anterior se habrá dejado la ropa colocada para adelantar tiempo o si coge lo primero que encuentra en el armario al despertarse. Si es capaz de levantarse de golpe o va retrasando el despertador.

Si trabajará en la ciudad, y cómo hará el trayecto hasta su oficina. En caso de que vaya en transporte público, me invade la necesidad de saber si irá en autobús, o si alguna vez cogerá el mismo tren en el que voy yo en ese momento. Si la parada del autobús o la estación de tren le quedan cerca de su hogar, o si tiene que coger algún transporte que le lleve. Si va en coche, me gustaría saber si suele pillar atasco o su carretera no suele tener problemas de tráfico. Desearía saber si concilia el sueño con facilidad o si le cuesta dormirse, y si, en todo, caso duerme lo necesario.

También me gustaría mucho saber si le gusta salir por las noches o no. Y si es que sí, si lo hace por la ciudad o se queda en su pueblo. Si sus amigos viven en la ciudad o en el pueblo. Debo tener obsesión por el tema del transporte público, porque no me resistiría a preguntarle si tuviese la oportunidad por cómo vuelve a casa las noches que sale, si hay una buena red de autobuses nocturnos para los noctámbulos de la zona. Me pregunto, si tiene alguna hija adolescente, si ella saldrá por la ciudad o por el pueblo, y si llama antes a sus padres al regresar de la fiesta.

Pagaría por tener una conversación con él por saber si es aficionado del equipo local, y en caso de que la respuesta fuese afirmativa, por conocer su opinión acerca del entrenador actual y saber si él le da su visto bueno o lo considera un manta. No estaría mal conocer qué hace por las noches, y no me refiero a ser indiscreto preguntándole por el sexo con su pareja o con la persona que sea, sino a algo que me parece aún más interesante: saber qué hace después de cenar. Si ve la televisión en directo, al estilo clásico, cambiando de canal, o si es una persona moderna que consume series en plataformas como Netflix. O si prefiere ver deporte. O no ve nada y lee un libro (y qué libro). Aquí vendría a mi cabeza la pregunta de si se ha leído Elguardián entre el centeno. O se queda escuchando música (¿y qué música sería?) antes de irse a dormir. No sé, pero todo esto último es algo que necesitaría saber si pudiese tener una conversación con ese tipo.

Si preferirá los días de sol radiante o disfrutará de la melancolía que acompaña a los días de lluvia. Si le gustará viajar y descubrirmundo o, por el contrario, es de poco moverse de su sitio. Por supuesto, en algún momento le haría algún comentario político que me permitiese hacerme una idea del pie del que cojea. Y en caso de verle receptivo, le preguntaría si le gusta el gobierno que hay en su país. No estaría mal saber tampoco si le gusta la Navidad o es más bien Ebenezer Scrooge.

Si tendrá pareja. Si estará enamorado. Si lo habrá estado alguna vez. Si preferirá enamorarse o estar enamorado. Si pensará que el amor es necesario o no resulta primordial para sobrevivir. Si será un caballero, un canalla, o sabrá utilizar las ventajas que ambas formas de vivir ofrecen. Si tiene alguna historia entre manos o sufrió algún desengaño y no quiere saber nada del amor en un tiempo prudencial. Si será romántico. O si serán una pareja de esas que uno ve de vez en cuando y piensa que esos dos estarán siempre juntos aunque no los conozca de absolutamente nada.

Me gustaría saber cómo pone la funda del nórdico, si lo consigue a la primera o necesita varios intentos. Si le gusta planchar, y en caso de que le guste, qué trucos utiliza para plancharse sus camisas. Si su sofá tendrá chaise longue y, si lo tiene, y además tiene pareja, quien se suele sentar en él. Cuál será su lado de la cama. Si le gusta más la cerveza o el vino. Si los cacahuetes o las almendras. Si tendrá mascota, qué nombre le habrá puesto y por qué.

Todas estas preguntas, y muchas otras, se abalanzan sobre mi cabeza en esos cortos viajes de tren. Cuando me quiero dar cuenta, he llegado a mi destino. Ensimismado, trato de salir de la vida de ese sujeto imaginario y voy recuperando la mía, no sin dificultad, sobre todo cuando a uno le gustaría quedarse a vivir, aunque sólo fuese un tiempo, en esa otra vida.