martes, 6 de diciembre de 2016

Vidas desde el tren

Viajes en el tren

Cuando viajo en tren suelo utilizar mucho la imaginación. Me ocurre, sobre todo, en viajes al extranjero cuando vas del aeropuerto a la ciudad y paisajes de barrios residenciales se van sucediendo ante tu mirada. En ocasiones, más que imaginarme, lo que me sucede es que se me amontonan las preguntas.

Me fijo en una casa concreta y pienso cómo serán las rutinas más tontas. Me pregunto si el que viva ahí se duchará por las mañanas o por las noches. Si se tomará un café con leche, o solo, al desayunar. ¿De cápsulas o de cafetera de toda la vida? O si no tomará café. Si se echará azúcar o sacarina. Si la noche anterior se habrá dejado la ropa colocada para adelantar tiempo o si coge lo primero que encuentra en el armario al despertarse. Si es capaz de levantarse de golpe o va retrasando el despertador.

Si trabajará en la ciudad, y cómo hará el trayecto hasta su oficina. En caso de que vaya en transporte público, me invade la necesidad de saber si irá en autobús, o si alguna vez cogerá el mismo tren en el que voy yo en ese momento. Si la parada del autobús o la estación de tren le quedan cerca de su hogar, o si tiene que coger algún transporte que le lleve. Si va en coche, me gustaría saber si suele pillar atasco o su carretera no suele tener problemas de tráfico. Desearía saber si concilia el sueño con facilidad o si le cuesta dormirse, y si, en todo, caso duerme lo necesario.

También me gustaría mucho saber si le gusta salir por las noches o no. Y si es que sí, si lo hace por la ciudad o se queda en su pueblo. Si sus amigos viven en la ciudad o en el pueblo. Debo tener obsesión por el tema del transporte público, porque no me resistiría a preguntarle si tuviese la oportunidad por cómo vuelve a casa las noches que sale, si hay una buena red de autobuses nocturnos para los noctámbulos de la zona. Me pregunto, si tiene alguna hija adolescente, si ella saldrá por la ciudad o por el pueblo, y si llama antes a sus padres al regresar de la fiesta.

Pagaría por tener una conversación con él por saber si es aficionado del equipo local, y en caso de que la respuesta fuese afirmativa, por conocer su opinión acerca del entrenador actual y saber si él le da su visto bueno o lo considera un manta. No estaría mal conocer qué hace por las noches, y no me refiero a ser indiscreto preguntándole por el sexo con su pareja o con la persona que sea, sino a algo que me parece aún más interesante: saber qué hace después de cenar. Si ve la televisión en directo, al estilo clásico, cambiando de canal, o si es una persona moderna que consume series en plataformas como Netflix. O si prefiere ver deporte. O no ve nada y lee un libro (y qué libro). Aquí vendría a mi cabeza la pregunta de si se ha leído Elguardián entre el centeno. O se queda escuchando música (¿y qué música sería?) antes de irse a dormir. No sé, pero todo esto último es algo que necesitaría saber si pudiese tener una conversación con ese tipo.

Si preferirá los días de sol radiante o disfrutará de la melancolía que acompaña a los días de lluvia. Si le gustará viajar y descubrirmundo o, por el contrario, es de poco moverse de su sitio. Por supuesto, en algún momento le haría algún comentario político que me permitiese hacerme una idea del pie del que cojea. Y en caso de verle receptivo, le preguntaría si le gusta el gobierno que hay en su país. No estaría mal saber tampoco si le gusta la Navidad o es más bien Ebenezer Scrooge.

Si tendrá pareja. Si estará enamorado. Si lo habrá estado alguna vez. Si preferirá enamorarse o estar enamorado. Si pensará que el amor es necesario o no resulta primordial para sobrevivir. Si será un caballero, un canalla, o sabrá utilizar las ventajas que ambas formas de vivir ofrecen. Si tiene alguna historia entre manos o sufrió algún desengaño y no quiere saber nada del amor en un tiempo prudencial. Si será romántico. O si serán una pareja de esas que uno ve de vez en cuando y piensa que esos dos estarán siempre juntos aunque no los conozca de absolutamente nada.

Me gustaría saber cómo pone la funda del nórdico, si lo consigue a la primera o necesita varios intentos. Si le gusta planchar, y en caso de que le guste, qué trucos utiliza para plancharse sus camisas. Si su sofá tendrá chaise longue y, si lo tiene, y además tiene pareja, quien se suele sentar en él. Cuál será su lado de la cama. Si le gusta más la cerveza o el vino. Si los cacahuetes o las almendras. Si tendrá mascota, qué nombre le habrá puesto y por qué.

Todas estas preguntas, y muchas otras, se abalanzan sobre mi cabeza en esos cortos viajes de tren. Cuando me quiero dar cuenta, he llegado a mi destino. Ensimismado, trato de salir de la vida de ese sujeto imaginario y voy recuperando la mía, no sin dificultad, sobre todo cuando a uno le gustaría quedarse a vivir, aunque sólo fuese un tiempo, en esa otra vida.

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