jueves, 22 de febrero de 2018

Los Reyes Magos, Casto y el Palentino

Se ha muerto Casto, el camarero del mítico Palentino de Malasaña


Me escribe un buen amigo y me cuenta que se ha muerto Casto, el del Palentino. Y noto que se me enrojecen los ojos. Porque creo que no hay una sola persona en Madrid a la que este buen hombre no le sirviese una caña o pusiese una copa. Por eso muchos lloramos hoy al ser conscientes de que la próxima vez que vayamos al Palentino ya no estará Casto esperándonos con su socarronería al otro lado de la barra. Y, creedme, da mucha pena sólo pensarlo.

Cuando dejé de creer en los Reyes, si es que alguna vez se deja de creer, empecé a creer firmemente en Casto y en el Palentino. Nunca he tenido dioses en los que creer, por lo que me vi obligado a creer en lugares, que muchas veces eran bares, y en personas de carne y hueso. El motivo que me llevó a creer ciegamente en Casto y en el Palentino fue que, como sucedía con la Noche de Reyes, la noche que sabías, o que acababas de repente en el Palentino, era una de las noches más ilusionantes del año. Porque nunca sabías lo que te iba a deparar. La noche se empezaba ahí, y no hacía falta saber mucho más de lo que venía después. Incluso algunas noches (entre nosotros) debieron haberse acabado ahí mismo. 

Siempre que iba quería que me pusiese él la copa. Cuando digo siempre es siempre. Me daba muchísima rabia cuando estaba ocupado con otros clientes y al final me atendía otro. La experiencia completa del Palentino se cumplía, en mi interior, cuando era Casto el que me ponía al menos una copa. Incluso les confesaré que muchas copas de más en mi vida han sido por pura cabezonería de "que quiero que me ponga una Casto, joder". 

Yo intentaba que él se quedase con mi cara. Le admiraba, porque le veías a su edad moviéndose y atendiendo a los clientes y no tenías otra que quitarte el sombrero. No era el camarero más simpático de Madrid. Era muy socarrón. Y todos le queríamos mucho. La última vez que hablé con él, hace bastantes meses, se lo dije tal cual, que me alegraba siempre mucho el verle ahí en la barra, y me contestó con su gracia y energía: "y lo que queda". Me impresionó porque estaba dispuesto a seguir ahí hasta el final, como así ha sucedido finalmente.

En el Palentino he estado con muchísimas personas. Siempre con distintos grupos de amigos. Siempre me lo pasaba bien. Al entrar dentro tengo la sensación de estar en casa. Me pasa con pocos lugares. El Palentino es uno de ellos. Son lugares que uno adopta como propios por todas las veces que ha ido y por los buenos recuerdos que se ha llevado de esos ratos. De lo que más me gusta del Palentino es el tipo de gente que te encuentras dentro. Porque es gente común, sencilla, como tú, como yo. Y porque si escuchas las conversaciones son las que podrías estar teniendo tú con tus amigos en cualquier momento y lugar. Mismas preocupaciones, mismos sueños. 

Llevaba mucho, muchísimo tiempo queriendo hablar del Palentino. Es una verdadera lástima que lo haya tenido que hacer por este motivo que nunca quería que llegase. Pero un día os tenía que hablar de este lugar y de lo que para mí, y mucha gente, significa. El Palentino es la felicidad, que no es poca cosa. Te echaremos mucho de menos, Casto. Malasaña y Madrid no serán lo mismo sin ti, amigo. Igual que nunca se deja de creer del todo en los Reyes Magos, nunca dejaremos de creer en ti y en el Palentino, al que iremos a tomarnos unas copas en tu honor. Y el que quiera un pepito para llenar un poco el estómago, pues un pepito. 

domingo, 4 de febrero de 2018

Un café y una vida



En ese café estaban todos sus sueños, todas sus ilusiones, sus anhelos, sus temores, sus inquietudes y sus recuerdos. En ese café estaba toda su vida y a mí me hubiera gustado tomarme ese café y esa vida con ella pero con lo único que me quedé fue con el recuerdo del instante en el que la vi salir por la puerta de la cafetería y yo con la mirada fija en su taza vacía. Otro café perdido, otra historia más directa a la sección de "sueños con los ojos despiertos" del almacén de mi imaginación.