jueves, 23 de julio de 2020

Entre Fernando Simón y Natalia Verbeke


Fernando Simón visitó el Museo del Prado

Casi un mes sin escribir el diario. Tengo que reconocer que desde que volví a trabajar me cuesta más atender a todo. Intento aprovechar las mañanas lo mejor que puedo levantándome pronto, pero a veces no es suficiente. Aún así, trataré de volver a escribir semanalmente. Escribir una vez a la semana en el blog me ayuda a mantener la práctica de la escritura y también como desahogo para compartir algunas de las cosas que me han ocurrido y las reflexiones que me vienen a la cabeza. Escribir es cada vez más una necesidad que una afición.

En el museo, una tarde estaba vigilando una zona de ascensores. Solamente pueden utilizarlos personas que tengan alguna necesidad. Apareció una chica que aunque andaba un poco raro, lo hacía con total normalidad. Tuve dudas de decirle algo y al final acabé diciéndole, con amabilidad, que los ascensores eran solo para personas que tuviesen algún problema. Me sonrió, me explicó que tenía una enfermedad degenerativa y, entre risas, me contó que ahora no se nota mucho pero que en diez años seguramente sí. Me quedé callado mirándola sin saber que decir y me aparté para que subiese al ascensor. Su serenidad e incluso su humor a la hora de explicarme que tenía una enfermedad degenerativa me hicieron sentir mucha esperanza.

Otro día, siguiendo con el museo, vino de visita Fernando Simón. Desde que me enteré me puse nervioso. Ahora tenemos que controlar los aforos en las salas y me imaginaba que aparecía y tenía que decirle que no podía entrar a la sala hasta que se vaciase un poco. Pues ocurrió. En un momento dado, me giré y lo tenía a mi lado. Amablemente le pedí que esperase un poco. Se quedó esperando unos cinco minutos. Y os diré una cosa: es Natalia Verbeke la que tengo a mi lado esperando cinco minutos a entrar en la sala y no me pongo tan nervioso.

Los resultados de Bildu en El País Vasco provocaron tristeza en muchas personas. Lo entiendo. Incluso lo comparto. Pero es que creo que este país tiene un serio problema con su memoria histórica. Vamos a ver si me explico sin extenderme mucho. Cuando acabó el franquismo, muchos franquistas se incorporaron a la democracia. Y lo hicieron sin pedir perdón ni condenar los crímenes del franquismo. Me imagino que a las víctimas del franquismo se les revolvieron las tripas en esos momentos. Y ahora a todos se nos revuelven las tripas al ver a Bildu hacer política y con tantos votos sin haber condenado con firmeza los sanguinarios crímenes de ETA. Pero es que nos lo merecemos, por haber descuidado de una manera tan irresponsable la memoria de la historia de nuestro país y por no haber rendido cuentas con nuestro pasado más oscuro.

Te das cuenta de la importancia de las personas en tu vida en proporción a la alegría que te llevas cuando les ocurre algo bueno o el disgusto que sufres cuando les ocurre algo malo. Si ya vas y lo sientes en carne propia, entonces debes cuidar mucho a esa persona porque significa que tiene un papel fundamental en tu vida.

Relacionado con lo anterior, admiro muchísimo, y cada día más, a las personas que tienen una experiencia negativa y son capaces de sentir mucha alegría por lo bueno que les pase a otros. No digo que yo no sintiese alegría si alguien a quien aprecio me da una buena noticia si a mí antes me ha pasado algo malo, pero creo que me costaría. Y en cambio, hay personas que dejan lo suyo a un lado y les llena de ilusión que a ti te pase algo bueno, o incluso eso les ayuda a tener esperanza. Estas personas son pocas y merecen más que ninguna otra todo lo bueno que les pase.

Hoy se celebra el día del libro que no se pudo celebrar el 23 de abril. Así que, aunque sea un tanto atípico, feliz Día del Libro a todos. Disfrutemos de las librerías, pero no nos olvidemos de ellas el resto del año. Descubramos mundos, ampliemos conocimientos, viajemos donde nunca viajaremos, vivamos historias que no son nuestras como si lo fuesen, que vivan los libros, hoy y siempre.

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