Después de ver los dos últimos episodios de la temporada
final de Homeland, no voy a poder ver las librerías de la misma manera en que
las miraba antes. Con lo que me gusta a mí imaginarme historias, van y me
hablan de mensajes ocultos colocados por espías en los lomos de los libros. Me
veo la próxima vez que vaya a una librería sacando todos los libros uno por uno
a ver si hay algún rollo de papel metido entre los lomos con algún mensaje que
descubrir y metiéndome en una gran aventura.
En la radio un día hablaban de las gildas. Me acordé de una
vez que estaba de becario en un suplemento de ocio y a una jefa le dije que no
sabía lo que era una gilda. Con veintiún años nadie tiene por qué saber lo que
es una gilda, yo creo. El caso es que cuando se lo dije se puso como loca, no
la había visto así ningún día. Me montó un número y cogió a otro jefe para
chivarse de que no sabía lo que era una gilda. A mí me pareció todo fuera de
lugar. Me parece que cualquier cosa que pueda estar relacionada con una gilda
no es para ponerse así, la verdad. Hay gente que se pone como loca por las
cosas más insospechadas.
En el museo, me tocó ir con dos compañeras por zonas
cerradas actualmente al público. Lo disfruté mucho. Reencontrarse con cuadros
que te gustan mucho después de tres meses y sabiendo que eres un privilegiado
por poder acceder a esos rincones es una gran sensación. Por otro lado, había
zonas menos iluminadas que otras y menos mal que iba con dos personas, porque
solo me hubiera dado cosa y si hubiéramos ido dos hubiera empezado a pensar que
a lo mejor el otro podía matarme de repente. A veces me da por pensar esas
cosas, ya lo sabéis. Pero siendo tres, mal se tendría que dar la cosa. Aunque nunca se sabe.
Leí un artículo de esos que demuestra que se puede hacer literatura con el fútbol. Es de un periodista que se llama Antonio Agredano y
que siempre escribe muy bien. En este caso hablaba de Raúl y según lo leía
sentía muchas cosas pero una de ellas era rabia por no haberlo escrito yo. Para
mí Raúl significa mucho, algunos ya lo sabéis. Por eso me emocionaron algunas
de las frases del artículo: "Raúl González Blanco fue una edad. El
segundero de mi existencia. Cuando se retiró Raúl, sentí que era yo el que se
retiraba. Dejé de soñar cuando Raúl dejó de marcar. Creí en Raúl más que en mí
mismo. Lo echo de menos. Ya sólo me tengo a mí." Cómo me hubiera gustado
escribirlo a mí. No puedo evitar pensar que también una parte de mí dejó de
soñar cuando Raúl dejó de marcar.
El domingo estuvimos paseando por El Retiro por primera vez
después del confinamiento. Hacía una mañana muy buena y daba gusto volver a
este parque que tanto hemos echado de menos los madrileños durante estos meses.
Como siempre, iba escuchando las conversaciones ajenas. Y se lleva la palma una
niña que iba con dos mujeres. Iban hablando del coronavirus y la niña va y dice:
"he oído que el calor lo mata". Pero lo dijo con tono de análisis
como si estuviese en Al Rojo Vivo y Ferreras le hubiese preguntado su opinión. Pobres
niñas viejas.
Lo bueno de irte a dormir triste y teniendo sueño es que vas y te duermes rápido y ya no tienes tiempo de estar triste.
El futbolista inglés Marcus Rashford ha logrado que Boris Johnson cambie de opinión. Los niños de las familias con menos recursos
seguirán recibiendo cheques de ayuda durante el verano, en sustitución del
comedor escolar. Todo gracias a Rashford, que fue el que lanzó
la campaña afirmando lo siguiente: “No se trata de un asunto político. Es una
cuestión de humanidad. Posiciones políticas al margen, ¿no podemos ponernos de
acuerdo en que ningún niño debería irse a la cama con hambre?". Necesitamos
más futbolistas así. Insisto mucho en la idea
de que el fútbol debe contribuir a mejorar la sociedad y no aislarse en una
burbuja, y seguiré.
Ha vuelto el fútbol y soy feliz. Me he dado cuenta de que la
liga se paró en el momento importante, como cuando llevas un tiempo conociendo
a alguien, no le das mucha importancia hasta que de repente un día empiezas a
hacerte preguntas y todo te afecta más de lo que quisieras. Un empate tonto en
Eibar en noviembre no es lo mismo que un empate tonto en Eibar en junio, a eso
me refiero. Hay momentos en los que se puede empatar o incluso perder y no pasa
nada, pero hay otros momentos en los que ya uno se lo juega todo. Las diez últimas
jornadas de liga son eso, un carrusel de emociones que ni sabías que tenías y
de las que, en muchas ocasiones, es muy difícil salir ileso.
En Masterchef hay una mujer mayor que es entrañable. Y como
toda persona entrañable, la pobre no sabe mandar. El lunes la pusieron de
capitana de un equipo y menudo bloqueo tuvo. Además, soltó a sus compañeros un "todos
a una" que me pareció el peor "todos a una" de la historia de
los "todos a una". Pero es que tampoco me sorprende, qué queréis que
os diga. Si eres entrañable, no puedes mandar. O mandas o eres un ser
entrañable, no se puede ser las dos cosas.
El otro día, salí de casa para ir a trabajar y en mi calle
un tío se me puso delante, cara a cara, y me soltó "te suelto una hostia
que te mato". Previamente, me había dicho que dejase de reírme, no sé muy
bien por qué porque yo no me reía. Lo que hice fue asustarme mucho, y
reaccionar con toda la sangre fría que pude. Me metí el móvil en el bolsillo y
seguí andando sin querer girarme, por si acaso. Había más gente en la calle, no
sé por qué la tomó conmigo. Fue inevitable acordarme de Brighton, cuando, estando
con mis amigos al salir de la academia, un tío rapado pasó a nuestro lado, se
acercó hacia mí, vete tú a saber por qué, me dio un cabezazo tremendo, y se fue.
A mí estas cosas me pasan siempre, me vienen todos los tarados. Y luego, claro,
la gente se ríe de que sea tan paranoico. Pero es que me pasan unas cosas
rarísimas.
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