jueves, 18 de junio de 2020

Gildas, niñas viejas y pasillos oscuros


Primer paseo por El Retiro tras el confinamiento

Después de ver los dos últimos episodios de la temporada final de Homeland, no voy a poder ver las librerías de la misma manera en que las miraba antes. Con lo que me gusta a mí imaginarme historias, van y me hablan de mensajes ocultos colocados por espías en los lomos de los libros. Me veo la próxima vez que vaya a una librería sacando todos los libros uno por uno a ver si hay algún rollo de papel metido entre los lomos con algún mensaje que descubrir y metiéndome en una gran aventura.

En la radio un día hablaban de las gildas. Me acordé de una vez que estaba de becario en un suplemento de ocio y a una jefa le dije que no sabía lo que era una gilda. Con veintiún años nadie tiene por qué saber lo que es una gilda, yo creo. El caso es que cuando se lo dije se puso como loca, no la había visto así ningún día. Me montó un número y cogió a otro jefe para chivarse de que no sabía lo que era una gilda. A mí me pareció todo fuera de lugar. Me parece que cualquier cosa que pueda estar relacionada con una gilda no es para ponerse así, la verdad. Hay gente que se pone como loca por las cosas más insospechadas.

En el museo, me tocó ir con dos compañeras por zonas cerradas actualmente al público. Lo disfruté mucho. Reencontrarse con cuadros que te gustan mucho después de tres meses y sabiendo que eres un privilegiado por poder acceder a esos rincones es una gran sensación. Por otro lado, había zonas menos iluminadas que otras y menos mal que iba con dos personas, porque solo me hubiera dado cosa y si hubiéramos ido dos hubiera empezado a pensar que a lo mejor el otro podía matarme de repente. A veces me da por pensar esas cosas, ya lo sabéis. Pero siendo tres, mal se tendría que dar la cosa. Aunque nunca se sabe.

Leí un artículo de esos que demuestra que se puede hacer literatura con el fútbol. Es de un periodista que se llama Antonio Agredano y que siempre escribe muy bien. En este caso hablaba de Raúl y según lo leía sentía muchas cosas pero una de ellas era rabia por no haberlo escrito yo. Para mí Raúl significa mucho, algunos ya lo sabéis. Por eso me emocionaron algunas de las frases del artículo: "Raúl González Blanco fue una edad. El segundero de mi existencia. Cuando se retiró Raúl, sentí que era yo el que se retiraba. Dejé de soñar cuando Raúl dejó de marcar. Creí en Raúl más que en mí mismo. Lo echo de menos. Ya sólo me tengo a mí." Cómo me hubiera gustado escribirlo a mí. No puedo evitar pensar que también una parte de mí dejó de soñar cuando Raúl dejó de marcar.

El domingo estuvimos paseando por El Retiro por primera vez después del confinamiento. Hacía una mañana muy buena y daba gusto volver a este parque que tanto hemos echado de menos los madrileños durante estos meses. Como siempre, iba escuchando las conversaciones ajenas. Y se lleva la palma una niña que iba con dos mujeres. Iban hablando del coronavirus y la niña va y dice: "he oído que el calor lo mata". Pero lo dijo con tono de análisis como si estuviese en Al Rojo Vivo y Ferreras le hubiese preguntado su opinión. Pobres niñas viejas.

Lo bueno de irte a dormir triste y teniendo sueño es que vas y te duermes rápido y ya no tienes tiempo de estar triste.

El futbolista inglés Marcus Rashford ha logrado que Boris Johnson cambie de opinión. Los niños de las familias con menos recursos seguirán recibiendo cheques de ayuda durante el verano, en sustitución del comedor escolar. Todo gracias a Rashford, que fue el que lanzó la campaña afirmando lo siguiente: “No se trata de un asunto político. Es una cuestión de humanidad. Posiciones políticas al margen, ¿no podemos ponernos de acuerdo en que ningún niño debería irse a la cama con hambre?". Necesitamos más futbolistas así. Insisto mucho en la idea de que el fútbol debe contribuir a mejorar la sociedad y no aislarse en una burbuja, y seguiré.

Ha vuelto el fútbol y soy feliz. Me he dado cuenta de que la liga se paró en el momento importante, como cuando llevas un tiempo conociendo a alguien, no le das mucha importancia hasta que de repente un día empiezas a hacerte preguntas y todo te afecta más de lo que quisieras. Un empate tonto en Eibar en noviembre no es lo mismo que un empate tonto en Eibar en junio, a eso me refiero. Hay momentos en los que se puede empatar o incluso perder y no pasa nada, pero hay otros momentos en los que ya uno se lo juega todo. Las diez últimas jornadas de liga son eso, un carrusel de emociones que ni sabías que tenías y de las que, en muchas ocasiones, es muy difícil salir ileso.

En Masterchef hay una mujer mayor que es entrañable. Y como toda persona entrañable, la pobre no sabe mandar. El lunes la pusieron de capitana de un equipo y menudo bloqueo tuvo. Además, soltó a sus compañeros un "todos a una" que me pareció el peor "todos a una" de la historia de los "todos a una". Pero es que tampoco me sorprende, qué queréis que os diga. Si eres entrañable, no puedes mandar. O mandas o eres un ser entrañable, no se puede ser las dos cosas.

El otro día, salí de casa para ir a trabajar y en mi calle un tío se me puso delante, cara a cara, y me soltó "te suelto una hostia que te mato". Previamente, me había dicho que dejase de reírme, no sé muy bien por qué porque yo no me reía. Lo que hice fue asustarme mucho, y reaccionar con toda la sangre fría que pude. Me metí el móvil en el bolsillo y seguí andando sin querer girarme, por si acaso. Había más gente en la calle, no sé por qué la tomó conmigo. Fue inevitable acordarme de Brighton, cuando, estando con mis amigos al salir de la academia, un tío rapado pasó a nuestro lado, se acercó hacia mí, vete tú a saber por qué, me dio un cabezazo tremendo, y se fue. A mí estas cosas me pasan siempre, me vienen todos los tarados. Y luego, claro, la gente se ríe de que sea tan paranoico. Pero es que me pasan unas cosas rarísimas.



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