domingo, 2 de abril de 2017

La academia a la que no fui

Grupo de estudiantes europeos estudiando inglés en Brighton
Pablo (el clon de Raúl), Roman, Felipe, Lok y servidor. En clase, claro.


Os voy a contar la historia de cómo me pasé tres semanas haciendo un curso de inglés en una academia de Brighton que no era la mía. Hace poco leí un artículo del periodista Juanma Trueba en el que hablaba del despiste, un arte curioso. Normalmente, las obras maestras suelen llegar con mucho esfuerzo detrás y el creador las muestra orgulloso. En el caso del despiste, no conozco a nadie que presuma de ser un despistado ni que ponga toda su empeño en serlo. Pero lo que me ocurrió en Brighton es para presumir, y su creación no me supuso ningún esfuerzo. 

Era el verano de 2006 y me fui tres semanas a esa localidad costera del sur de Inglaterra a estudiar inglés. De verdad que iba a eso. El caso es que no había mirado donde estaba la escuela ni su nombre ni nada. Bastante estrés me causaba ya el coger bien el tren de Londres a Brighton. Así que al salir el primer día de la residencia, le pregunté a otro español que me encontré que dónde estaba "la academia", como si solamente existiese una en todo Brighton. Me lo explicó así por encima y yo confié en lo que me dijo. Confié tanto que así fue cómo empecé mis tres semanas en una academia que no era la mía.

Llegué allí el primer día. Mucho jaleo para colocar a todos los estudiantes en distintos grupos. Iban pasando lista. No dijeron mi nombre, lo cual me pareció inquietante en ese instante y lo más normal del mundo cuando descubrí que no estaba inscrito en ese centro. Y yo, sin ser consciente de que era un intruso, les reproché que muy mal, que no me habían nombrado. Tras realizar las comprobaciones pertinentes, que debieron hacerlas muy mal, me dijeron que arreglado, por supuesto. 

El caso es que era todo de lo más normal. Yo iba ahí todas las mañanas, me metía en mi clase, ahí estaba el profesor, mis compañeros, y salía después al mediodía sin levantar ningún tipo de sospechas, ni de ellos, ni mías, por supuesto. Qué iba yo a saber que había otra clase, con otros compañeros, con otro profesor, en otro rincón de Brighton, que cada día que pasaba debían pensar: "el español este ni siquiera ha disimulado en lo de venir a aprender inglés, directamente ni aparece por clase".

Lo mejor de la vida ocurre en muchas ocasiones gracias al azar. Y lo que me pasó es un buen ejemplo. Conocí gente maravillosa a la que guardo gran aprecio: Felipe, Lok, Roman, Pablo (clon de Raúl), Lara, Marcos, Teresa, Sandra. Si mis recuerdos de Brighton son tan buenos es gracias a ellos. Siempre estábamos por ahí y sabíamos pasárnoslo bien, que es algo importante en la vida. En Brighton ligué por primera y última vez en mi vida gracias al fútbol. Ella era del Liverpool y yo también. No hubo que fingir nada. Pero si hubiera sido del Sheffield Wednesday, "hubiéramos" sido del Sheffield Wednesday, a quién vamos a engañar. No sé qué hubiera sido de mí en esa otra clase, con esos otros compañeros. No me hubiera divertido ni la mitad, lo sé.

Cuando se acababan las tres semanas, recibí una llamada de un número con una voz hablándome en inglés diciéndome no sé qué de que por qué no iba a clase. Como tengo mal oído, no entendí casi nada aunque me extrañó lo de que no había ido a clase. Pero si yo estaba ahí, puntual, cada mañana. Vale que la última mañana de curso Lok y yo decidimos tomarnos dos cervezas antes de clase como despedida, pero yo no había faltado ni un solo día. Qué ocurrencia la de aquella mujer.

La misma, que, sospecho, llamó a mis padres. Poneros en situación. Yo les había ido contando todo lo que se le puede contar a unos padres cuando tienes veintiún años y estás en un sitio como Brighton con estudiantes de toda Europa, que se resumía en un "las clases bien". Las clases bien, ahí estaba el problema. Que de lo único que les había hablado a mis padres, las clases, les llamaron diciéndoles que no había ido a ni una desde que llegué. Jo, menudo lío. Nunca más supe nada.

Me había pasado casi un mes yendo a una academia que no era la mía. Estuve viviendo una vida que no me correspondía sin yo saberlo. Bueno, ni nadie. Todo fue una gran ficción durante tres semanas. Aquello me hizo pensar en las casualidades. Un despiste tonto al que nadie pone remedio y te ves metido de repente en una vida que no es la tuya. Muchas veces me he preguntado el tiempo que aquella surrealista experiencia se hubiera podido prolongar de no ser porque el curso tenía el límite de las tres semanas. Me hubiera gustado poder descubrirlo. 

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