jueves, 20 de abril de 2017

La chica brasileña del Alsa

Un viaje en Alsa de Madrid a Bilbao con una chica brasileña
Reflexionar, enamorarse o dormir, distintas opciones para un viaje en autobús

La historia que voy a narrar ocurrió en el verano de 2011, el último verano de mi vida de soltero, aunque por entonces ni lo sospechaba. Me iba unos días a casa de un amigo a Bilbao. Esa clase de colegas que garantizan el pasárselo bien, así que emprendía el viaje en el autobús del Alsa desde Avenida de América con gran entusiasmo. 

El entusiasmo se tornó en euforia cuando fui consciente de la compañera de viaje que tenía al otro lado del pasillo. Una chica muy guapa, morena, con ojos oscuros y melena larga,. Vestía de forma sencilla con una camiseta verde de tirantes y unos vaqueros. Recuerdo que miraba por la ventana con aire distraído e inquieto. Desconocía sus expectativas y los motivos de su viaje. Empecé a fantasear a mi manera. Hablábamos, nos conocíamos, un café un día, un cine y un primer beso otro, un enamoramiento apasionado, una forma de hacer el amor que no había conocido, una boda, unos hijos encantadores…qué difícil salir de estas ensoñaciones cuando uno ha construido ya toda una historia, jo. Mejor no empezar, os lo aseguro.

Aquel mes de julio me habían publicado un artículo en una revista de fútbol y la llevaba conmigo en aquel momento. De repente, ocurrió. Ella me la pidió para hojearla. Acababa de comenzar nuestra relación. Era mi forma de verlo, naturalmente. A punto estuve de lanzársela de los nervios, pero decidí que era mejor entregársela en mano. Me preguntaba si llegaría a mi texto, situado casi en la última página. Lo hizo. Y empezamos a hablar de fútbol. Ella era brasileña, por lo que entendí rápidamente esa pasión futbolera tan característica del país carioca.

Al llegar a Lerma, el punto de descanso en los trayectos Madrid – Bilbao, nos sentamos juntos a tomar algo. Ella era simpática y agradable. Me preguntó y le expliqué a lo que iba a Bilbao y las ganas que tenía. Le devolví la pregunta. En ese momento, noté que algo se rompía dentro de su frágil silencio. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y extendió el brazo por la mesa hasta agarrarme la mano. Me contó que iba a Bilbao para prostituirse. Era su primera vez. Tenía un niño pequeño, le habían ofrecido eso y lo había cogido. Lloraba por su niño desconsoladamente. No sabía qué hacer, ni qué decirle. ¿Qué le dices a alguien en una situación así? Creo que lo mejor que puedes hacer es callar y demostrar cariño a la persona que se te está abriendo en canal de esa manera. Yo era un completo desconocido, pero ella decidió confiar en mí y confesarme algo así. No me pedía opinión, no solicitaba mi ayuda. Tan sólo se moría de miedo.

Después, las aguas volvieron a su cauce. Continuamos lo que quedaba de recorrido hablando de nuestra vida y de amores anteriores. En más de un momento conseguimos algo tan extraordinario como reírnos. Al llegar a Bilbao nos despedimos y me salió de dentro pedirle que se cuidase. Me dijo que lo haría, pero nunca supe si lo hizo. Me acuerdo de que mi amigo me esperaba en la estación y que me dijo, entre risas, que no perdonaba una. Pero lo cierto es que, pasado el tiempo, nunca he visto aquello como un episodio de amor. Siempre he pensado en el brutal contraste de nuestros viajes. Yo deseaba llegar y divertirme. Ella quizá hubiera deseado no llegar nunca.

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