viernes, 16 de junio de 2017

Cuando Iker Jiménez me ayudó

Ochate, pueblo maldito del que siempre habla Iker Jiménez
Ochate, el pueblo maldito y abandonado, en el que estuve con unos amigos en 2009


Las palabras de Iker Jiménez en aquel email me ayudaron a continuar con la carrera de Periodismo. Puede sonar chocante así de entrada, lo sé. Pero no estoy contando ninguna mentira. Hubo una época en la que yo era un apasionado de todos los temas relacionados con el misterio. Incluso no descartaba enfocar mi carrera hacia ese tipo de periodismo investigador. Y mi faro era el periodista Iker Jiménez, actual presentador del programa Cuarto Milenio en Cuatro. Y un día le escribí. Y un día me contestó. Eso es lo que os voy a contar esta semana.

Quería ser él. Quería contar el misterio de la misma forma en que lo hacía él. Sin vender humo y buscando el rigor en todo momento. Eso era de lo que más me gustaba de él, su obsesión por contar siempre con testimonios de expertos que daban una opinión argumentada del tema del que estaban hablando. Su sano escepticismo. También aprendía Historia y cultura escuchándole. He dicho que era de lo que más me gustaba y no lo que más. Porque lo que más me gustaba era su pasión. Ese hombre transmitía ilusión por los cuatro costados cuando le escuchabas por la radio. Así había llegado a donde estaba. La pasión como motor de vida, tan necesaria.

Descubrí a este periodista vitoriano hace muchísimos años. Ya os he contado alguna vez que siempre duermo con un transistor al lado. Esta costumbre la empecé, a saber, igual tenía doce años o así. No soy bueno para las fechas, ya lo sabéis. Cuando me despertaba en mitad de la noche, había un programa en la Cadena Ser llamado Si amanece nos vamos, dirigido por Roberto Sánchez. Dentro de él, un tal Iker Jiménez tenía su propia sección dedicada al misterio. Las noches que me despertaba, me ponía la radio deseando que coincidiese con la intervención de Iker. Aunque reconozco que la intención me duraba poco en ocasiones, porque daba mucho miedo y ahí en la oscuridad de la habitación yo no soy tan valiente para escuchar una psicofonía, por ejemplo.

Un día me enteré de que la SER le había dado un programa en exclusiva. Se llamaría Milenio 3 y sería los viernes después de El Larguero, el mítico programa deportivo de la emisora. Yo estaba dando palmas con la noticia. La Cadena SER apostaba por un programa dedicado al misterio y dirigido por Iker Jiménez. Comenzaba así la andadura de la mítica "Nave del misterio". Recuerdo que lo escuchaba religiosamente cada viernes. Cuando no podía, lo grababa en cintas. Sí sí. En cintas. No había podcast ni leches. Así que metía la cinta en el radiocassette y a darle al REC cuando empezaba el programa. Qué poco millennial, ¿verdad?

Llegué a reunir una buena colección de cintas del programa. Creo recordar que intentaba ponerlas título para saber luego de qué iban por si me apetecía volver a escuchar algún programa. Un buen amigo me dejó un libro suyo, Fronteras de lo imposible. Fue el primero de muchos. Después vinieron Enigmas sin resolver I y II. Mi preferido era Encuentros, con toda la historia de los OVNI en España, con documentos oficiales y testimonios muy documentados. Recuerdo que quería emprender ese camino tan mágico de la búsqueda de lo desconocido. Y tenía claro, como él siempre decía, que lo más importante de todo aquello era el viaje, más que los resultados.

Un día no aguanté más aquello que tenía dentro y, tras acabar uno de sus libros, le mandé un email (muy millennial) contándole todo lo que le admiraba, todo lo que su trabajo me hacía sentir. Debí escribir algo muy emotivo y sincero, porque no tardó mucho en responderme. Cuando vi que tenía un email suyo casi me da algo, de verdad. No me lo podía creer. Me decía que lo había explicado de una manera que ni él mismo podría, toma ya. Iker Jiménez diciéndome a mí que yo había descrito la sensación del misterio de una forma que él no hubiera podido describir mejor. Estaba alucinando. Me decía que mis palabras le habían emocionado profundamente y que le encantaría poder saludarme en la Feria del Libro en la que él iba a estar firmando el siguiente fin de semana.

Evidentemente, enseñé aquel correo electrónico de Iker Jiménez a todo el mundo, creo. No descarto que yendo por la calle se lo enseñase a cualquier mujer desconocida de mi barrio o a cualquier persona que fuese sentada a mi lado en la línea 6 del metro de camino a la universidad cualquier mañana. Así que me sentía obligado a ir a la Feria, pero por otro lado me daba miedo porque sabía que me pondría muy nervioso y no me apetecía mucho hacer el ridículo delante de mi ídolo. Pero allá que me fui con mi libro y claro que me puse nervioso, pero me daba completamente igual. Él fue maravillosamente simpático y cercano conmigo. Me pareció una persona tremendamente humilde, con los pies en la tierra, muy cabal. Y le admiré más todavía.

Iker había anunciado que próximamente iban a hacer un Alerta Ovni en el programa de Milenio 3. Se creó muchísima expectación. El motivo hay que buscarlo en los años 70. Mi madre siempre me había hablado de sus noches en el barrio de Batán escuchando el programa Medianoche, dirigido por Antonio José Alés, el precursor de todo esto. La madrugada del 15 de agosto de 1979 congregó a doce millones de oyentes en la primera ALERTA OVNI. Consistía en que la gente llamaba al programa para avisar de avistamientos extraños. Creo que mi madre y mi tía nunca vieron ninguna luz rara por Batán, pero ahí estaban, asomadas a la ventana. Pues bien, a mí la Alerta Ovni me iba a pillar en Londres, una putada enorme. Se lo comenté a Iker y me dijo si quería participar desde allí. No me lo esperaba, me puse nervioso y todo quedó en nada. Igual tenía que haber dicho que sí sin pensarlo y luego ya pensar cómo lo hacíamos. Mis bloqueos habituales en momentos en los que no está permitido bloquearse, todo un clásico de mi vida.

Desde entonces, intentaba ir siempre a cada acto en el que estuviese él. Y siempre era igual de amable y simpático conmigo cada vez que me veía y me decía "¡Hombre amigo!". Seguía escuchando el programa. Lo ampliaron a los sábados. Os puedo asegurar que si una noche no salía, por mucho que me gustase salir, no me disgustaba en absoluto quedarme en casa sabiendo que me iría a dormir escuchando Milenio 3. Mis preferidos era cuando hablaban de mis misterios favoritos: OVNIS y Egipto. Era en esas noches cuando hacía todo lo posible por no quedarme dormido. Recuerdo bien estar metido en la cama y cómo me gustaba cuando empezaban a sonar los acordes de la música de Vangelis. 

Debía estar en el ecuador de la carrera, debía verlo todo negro y me desahogué con él. En vez de ir y contárselo a algún compañero de clase, o a mis padres, decidí contarle mi bajón a Iker Jiménez. Le expliqué todas mis dudas vocacionales. Debíamos estar en 2005. Pues Iker me contestó de nuevo a aquel email. Y vaya si me contestó. Un folio y medio cuando lo imprimí. Menudas palabras. Se me quitó la tontería según terminé de leer todo lo que me decía. Unas palabras de aliento que nunca jamás podré olvidar. Animándome a luchar por mis sueños. Recordándome que nadie dijo nunca que fuese a ser fácil, pero que había que pelearlo. Casi lloro y todo. Fui a contárselo a todos emocionado y claro, todos sorprendidos porque no sabían nada de mi bajón y extrañados de que hubiese decidido contárselo a Iker Jiménez antes que a ellos. Dicen que es difícil conocer lo que un Escorpio tiene dentro, y creo que en mi caso se cumple.

Lo imprimí y lo intentaba llevar siempre conmigo para tener presente aquellas palabras. Con el tiempo, se me fue pasando aquella fiebre por los temas relacionados con el misterio. Eso no significa que hayan dejado de apasionarme. Mi biblioteca de libros relacionados con esos temas no dejará de crecer. Entre ellos, está uno de mi madre que fue muy mítico en su momento, El Triángulo de las Bermudas, de Charles Berlitz. Simplemente, la vida a veces te lleva por otros caminos. No hay nada malo en ello. Después empezaron con el programa en Cuatro, Cuarto Milenio, y me alegré mucho porque aunque ya era conocido, sabía que iba a triunfar y que Iker Jiménez iba a ser conocido por el gran público de nuestro país a través de la televisión, como así sucedió. Mi admiración por él sigue intacta. Conociéndole, estoy seguro de que la fama no le ha cambiado.

Iker Jiménez podía haber pasado de mí. Podía haberle dado igual mi primer email. Él ya había triunfado en la radio. No tenía necesidad de responderme. Pero lo hizo. Y no sólo eso, sino que encima, cuando le conté que pasaba una mala época y que estaba desanimado con la carrera de Periodismo, me contestó un folio y medio animándome a perseguir mis sueños. Por eso le tengo un aprecio infinito y le estaré siempre agradecido. Porque no abundan las buenas personas como él. Gracias, Iker, y no cambies.

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