domingo, 8 de julio de 2018

El partido que lo decidía todo


Un partido de fútbol decisivo, que lo decidiría todo


Era el partido más importante de sus vidas. El resultado marcaría un antes y un después, sin duda. Se habían preparado a conciencia para ganar. Conocían bien al rival. El problema era que el rival también les conocía bien a ellos. Fuera del campo tenían una relación cordial. Sin duda, eso ayudaba a mantener el respeto en los momentos más delicados, con esas jugadas polémicas en las que los ánimos se encendían demasiado.

Caras de concentración absolutas en el momento del saque de centro. Primeros pases y primeras pérdidas de balón. Se notaban los nervios. Demasiado en juego. Hasta el más experimentado siente vértigo ante semejantes retos. El balón empezó a ir de un lado a otro, sin mucho sentido. Nadie quería la posesión. El miedo se imponía claramente.

Los goles empezaron a caer. Lo hicieron de una manera caótica y de las más diversas maneras. En un rebote, en un cabezazo, otro en propia puerta. No existía lógica que pudiese explicar lo que estaba ocurriendo en el terreno de juego. Todos corrían de un lado para otro y trataban de hacerlo lo mejor posible.

Parecía que estaban pasándoselo bien, qué eran felices jugando, y que esa felicidad se traducía en el maravilloso caos que se observaba en el campo. Pero el tiempo apretaba y sólo ganaban de un gol. Había que matar el partido. Y para eso únicamente se les ocurría una cosa. Era lo que les había funcionado otras veces y que no habían podido ejecutar en este partido aún. Pero Bárbara siempre aparecía cuando se la necesitaba.

En un momento dado, a escasos minutos del final, le llegó el balón. Estaba en el centro del campo. Y desde ahí, empezó. Se fue de uno, de otro, dejó a un tercero dando vueltas, se plantó frente al portero, le engañó como quiso, y gol. Bárbara lo había vuelto a hacer. Les había vuelto a dar una victoria importantísima. Se abrazaron a ella y celebraron el gol por todo lo alto, ante las miradas de impotencia de los rivales, conscientes de que habían sufrido el ataque de un arma al que no podían hacer frente.

En el momento en el que aún estaban celebrando, sonó el timbre. Había que volver a clase, encima tocaba mates. Lo afrontarían mejor después de haber ganado a los del A. Al día siguiente, volverían a verse las caras. Pero eso era otra historia. De momento, ese día, ellos eran los reyes del recreo en el cole. Gracias a su estrella, Bárbara.

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