Hay momentos en la vida que sabes que nunca olvidarás. No
tienes que esperar un tiempo a que hayan pasado para ser consciente de lo
determinantes que fueron. Lo sabes en el mismo instante en que ocurren. De igual manera ocurre con la
literatura. Seas más o menos lector, a veces pasa por tus manos un libro que te
deja huella. En ocasiones es una frase la que consigue emocionarte. De vez en
cuando, es un diálogo el que te arrolla. Lo estás leyendo y ya estás deseando
volver a leerlo desde el principio, pero sigues leyendo hasta el final, muy
rápido, para poder volver a leerlo lo antes posible.
Eso, exactamente eso, es lo que me ocurrió a mí con un
diálogo de El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, Un libro de cabecera para miles de personas en todo el mundo. Una religión generación tras generación. Dejadme contaros un poco acerca de la historia que en él se cuenta. Se publicó en 1951 y en él se cuentan las
peripecias de un adolescente rebelde, Holden Caulfield, por la ciudad de Nueva
York durante unas navidades. “Una cosa de locos que me pasó durante las
Navidades pasadas”, en palabras del propio Caulfield, uno de los personajes más
entrañables de la literatura universal. Se habla de sexo, de alcohol, se dicen palabrotas. Fue un libro prohibido en muchos institutos de Estados Unidos, no así en otros.
Es la historia del miedo a crecer que
todos hemos experimentado, de un chaval que siente rechazo hacia casi todo y
todos, excepto por su hermana Phoebe, a la que adora. El autor, Salinger,
escribió esta obra, y ante su abrumador éxito, decidió recluirse por completo hasta el año 2010, ni más ni menos, cuando murió por causas naturales. No
escribió más, no quiso que su novela se llevase al cine, se mostró siempre
huraño ante los periodistas y no concedió ninguna entrevista.
Os contaré también que existe una sombra sobre este libro.
Resulta que ha sido fuente de inspiración para ciertos asesinos. Así,
brevemente, un repaso: Mark David Chapman asesinó a John Lennon a tiros en
Nueva York. Bien, ese día Chapman portaba un ejemplar de El guardián entre el
centeno. En una de sus páginas escribió lo siguiente: “esta es mi declaración”
con una firma: “El guardián entre el centeno”. Tras disparar a Lennon, en vez
de huir, se sentó en la acera y se quedó leyendo ahí el libro esperando a la
policía. Después, declaró: “Estoy seguro de que la mayor parte de mí es Holden
Caulfield, el resto de mí debe ser el Diablo.” Es el más famoso, pero también John
Hinckley, que intentó matar al presidente Ronald Reagan en 1981, y Robert John
Bardo, que asesinó a la actriz Rebecca Schaeffer, declararon estar obsesionados
con la novela de Salinger. A veces da miedo. Porque piensas que tú te hubieras
llevado bien con esa gente que compartía esa afición por ese libro contigo.
Es el único libro que me he leído dos veces. Y de vez cuando
lo cojo y me pongo a leer por cualquier página. Disfruto con cada línea. Es
divertido, el lenguaje es coloquial, nada enrevesado, es corto y no paran de
pasar cosas, por lo que te enganchas fácil y te lo puedes terminar rápido.
Holden está loco, hablemos claro. Es un tipo único. Solamente alguien como él
puede estar tan obsesionado con un tema. Su principal preocupación es la
siguiente: ¿Dónde van los patos del lago de Central Park en invierno cuando el
lago se congela? Aquí va el diálogo que yo puedo leer una y otra vez sin
cansarme. El diálogo que, cuando leí por primera vez, no quería que terminase
nunca porque sabía que no habría otra primera vez. Esto es un resumen:
“Pero, en fin, como les iba diciendo, subí al taxi, y pronto
el taxista empezó a darme un poco de conversación. Se llamaba Howitz y era
mucho más simpático que el anterior. Por eso se me ocurrió que a lo mejor sabía
lo de los patos.
-Dígame, Howitz -le dije-. ¿Pasa usted muchas veces junto al
lago del Central Park?
-¿Qué?
-El lago, sabe. Ese lago pequeño que hay cerca de Central
South Park. Donde están los patos. ¿Sabe, no?
-Sí. ¿Qué pasa con ese lago?
-¿Se acuerda de esos patos que hay siempre nadando ahí?
Sobre todo en primavera.
¿Sabe usted por casualidad dónde van en invierno?
-Adónde va, quién?
-Los patos. ¿Lo sabe usted, por casualidad? ¿Viene alguien a
llevárselos a alguna parte en un camión o se van ellos por su cuenta al sur, o
qué hacen?
El tal Howitz volvió la cabeza en redondo para mirarme.
Tenía muy poca paciencia, pero no era mala persona.
-¿Cómo quiere que lo sepa? -me dijo-. ¿Cómo quiere que sepa
semejante estupidez?
-Bueno, no se enoje por eso.
-¿Quién se enoja ? Nadie se enoja.
Decidí que si iba a tomarse las cosas tan a pecho, mejor era
no hablar. Pero fue él quien sacó de nuevo la conversación. Volvió otra vez la
cabeza en redondo y me dijo:
-Los peces son los que no se van a ninguna parte. Los peces
se quedan en el lago. Esos sí que no se mueven. "
Me parece fascinante. No encuentro otra palabra,
sinceramente. La historia de un adolescente que coge un taxi en Nueva York y no
tiene otra cosa que preguntarle al taxista si sabe dónde van los patos de
Central Park en invierno me parece sublime. Este diálogo es el que más recuerda
todo el mundo que ha leído la novela. Hay muchos otros grandes momentos, pero
este fragmento es el que lo dice todo de Holden Caulfield, de su creador,
Salinger, y del mundo que les rodeaba. Un mundo en el que a nadie le importa
dónde van los patos de Central Park cuando el lago se congela en invierno. Y
eso es desolador, para Holden, que se siente profundamente incomprendido, y
para el lector, que se siente identificado con esa sensación de desamparo. Todos hemos necesitado en algún momento que un adulto nos asegurase que "los patos iban a seguir ahí", que nada iba a cambiar.
Eso sí, los pude ver, qué alegría. Hablo, por supuesto,
de los patos de Central Park. Los vi, estaban ahí en pleno mes de diciembre.
Pero, claro, el lago no estaba congelado todavía. No pude resolver la duda. Me supo mal, por mí, y por Holden. Yo quería hablar con Holden y poder tranquilizarle asegurándole que los patos seguían ahí, o haber conocido a alguien que me dijese que en primavera vuelven, que no había nada de lo que preocuparse.
Me topé con ésto y me pareció maravilloso. Simplemente quería transmitirlo porque nos acordamos más de las malas experiencias que de las buenas, y éste texto me ha hecho acordarme de nuevo de mi querido Holden (como si lo olvidase alguna vez!) Todavía hay buenas reseñas, textos, reflexiones en el mundo! Gracias
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, Troian. Me ha hecho mucha ilusión que te animes a escribir algo y que encima me digas lo que me has dicho. Gracias, de verdad. A Holden nunca se le olvida. Un abrazo fuerte.
Eliminarcada tanto releo el libro, y cada tanto (cuando no tengo tanto tiempo) vengo a este post a leer al menos este fragmento hermoso...
ResponderEliminarhoy fue Skating in Central Park de Bill Evans (compuesta por John Lewis) que me trajo aquí, una hermosa melodía de piano que por su título me transporta a estos patos del lago central park... amor a este libro y a quienes lo mantengan vivo 💙
Qué ilusión más grande que hayas llegado aquí y hayas leído lo que escribí. Y que me digas que "cada tanto" vienes a leerlo. Muchísimas gracias, de verdad, te lo agradezco un montón. Escucharé la canción que has mencionado. Un abrazo.
EliminarPero el dice en el libro que le enseñaron en el museo de pequeño que las aves se van al sur en el invierno. Ahí no entiendo porque pregunta por los patos si desde pequeño sabia que van hacia el sur.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCaí de casualidad en esta pagina y estoy muy agradecido, que lindo lo que escribís. Gracias por esta reseña tan certera y precisa, me había olvidado lo mucho que quería a Holden y a Salinger.
ResponderEliminarEs un libro sobrevalorado cuyo valor trasciende más por la historia que lo rodea que por su valor literario
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