Los paseos de las ocho por Madrid en época del coronavirus |
Con los paseos ha vuelto la maravillosa sensación de volver
a casa. La de haber estado dando una vuelta fuera, aunque no sea mucho tiempo
quizá, y llegar a casa y poder decir "qué gusto", que es algo que a mi
madre siempre le ha gustado mucho decir, sobre todo cuando volvíamos de vacaciones. Aquí no estamos volviendo
de ningunas vacaciones, pero aún así me gusta tener esa sensación de volver al
hogar.
Creo que tengo candidata a la frase más triste de todo el
confinamiento. Se la dice Santi Balmes, cantante del grupo Love Of Lesbian, a
Sara Navas en esta entrevista. Al ser preguntado por lo que hará cuando esto
acabe, Balmes responde que "voy a ir a Barcelona, me voy a sentar en una
terraza y alguna lágrima caerá encima del café". Planazo. Por favor, Santi, dinos algo más alegre. Además
que nunca entenderé esa manía que tienen muchos catalanes con quedar a "hacer un café". Se queda a tomar cervezas, no a "hacer un café".
A propósito de lo de llorar, leo un tuit en el que alguien
declara estar volviéndose un cínico con todo esto. Me identifico con lo que
dice. Me refiero a que estamos viendo un derroche de sentimentalismo barato que
pone de los nervios. Me tengo por una persona sensible, pero no
puedo con tanto azúcar, de verdad. Todos los anuncios de tele son de lo mismo. Y
que alguien le diga a los músicos que nadie les obliga a hacer una canción
sobre el coronavirus, porque es que a lo mejor no lo saben.
Leo una entrevista que me gusta mucho con un escritor al que
no conocía. Se llama Héctor Abad Faciolince. Ha sacado ahora un libro con sus
diarios que seguramente me compre. En la entrevista dice muchas cosas
interesantes. Me la he releído varias veces. Cuando algo me gusta soy muy
compulsivo. Me quedo con lo que dice cuando afirma que "un escritor de
novelas debe vivir. Estar rodeado de libros es bonito, pero si no vives, si las
lecturas no las combinas con la calle, el cuerpo, el amor, la muerte, la
enfermedad, la insatisfacción, el fracaso...". Me gusta que un escritor
anime a vivir porque no siempre ocurre. Elvira Lindo se metía el otro día en su artículo con los escritores que están diciendo en muchas entrevistas que ellos
ya estaban acostumbrados al confinamiento.
En estos momentos de crisis mundial, recordé a Kafka. El 2
de agosto de 1914, recién iniciada la I Guerra Mundial, el escritor anotó lo siguiente en sus diarios: "Hoy
Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar". Siempre
se me ha quedado grabada esta frase de Kafka porque me parece una forma de
decirle al mundo que tú sigues con tu vida pase lo que pase. Me gusta ese
mensaje de que la vida cotidiana continúa por encima de todo.
A Inés Arrimadas le dijeron de todo los ultras por apoyar al
Gobierno en la prórroga del Estado de Alarma. Alguien recordó en Twitter una
frase de David Trueba que decía que "qué sería de la vida sin los insultos
de la gente que nos tiene que insultar". Me parece una gran frase que se
puede aplicar muy bien a este momento y en general a la vida política española.
Que los ultras te insulten debe honrarte, a ver si lo entendemos de una vez. Tratar de ser cauteloso para no ofender a los ultras suele acabar mal.
El viernes pasado vi a un grupo de gente en la calle mirando
un altavoz. Desde el altavoz salía el Nessum Dorma. Menuda panda de chiflados. Yo
supongo que el pobre señor colocó el altavoz en la ventana porque le apetecía, sin
más. Y puso el Nessun Dorma a todo volumen porque era su manera de pasar el
viernes noche, y yo en cómo pasa una persona un viernes noche no me meto, es
algo muy personal. El caso es que las personas miraban desde la calle al
altavoz como si fuese éste el que cantase. Lo peor es que al terminar se
pusieron a aplaudir, menudos tarados. Tuve ganas de decirles que estaban
tarados, pero no se lo dije porque Holden dice que a los tarados les revienta
que alguien les diga que están tarados.
Este fin de semana vuelve la Bundesliga, la liga alemana. Éste
ha sido un pensamiento muy recurrente en mi cabeza durante esta semana. Hace
años que no veo partidos de ligas extranjeras, pero tengo tanta necesidad de
fútbol que el sábado me sentaré a ver el Borussia-Schalke como si me fuese la
vida en ello. Supongo que los futboleros tendremos que volver a escuchar que
vuelve el opio del pueblo y esas cosas. Pero es que no es verdad. Puede
gustarte el fútbol y estar comprometido con la sociedad. Incluso puedes
terminar de ver un partido y ir y decir que "la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación-apertura". Hasta se puede ser del Madrid y de
izquierdas, imaginaros, que hay mucha gente que piensa que no.
Escuché a Pedro Sánchez decir que teníamos que mantener la
distancia social con los seres extraños que nos cruzásemos por la calle. Eso es
algo que yo ya hacía de antes. Tal vez el único problema que tengo yo es que
pongo el baremo de "ser extraño" muy bajo. Entonces a la mínima yo ya
voy y me cambio de acera. Al hablar de seres extraños, me acuerdo de la
anécdota de mi padre en Berlín. Él viajó solo a la capital alemana antes de que
cayese el muro. Al estar en la parte del este, en una calle, unos judíos le
empezaron a hacer señas desde un local. Al parecer les hacía falta una persona
para rezar. Mi padre se largó de allí porque consideró que eran unos seres
extraños. Es que no me extraña. No sé por qué cuento esto, yo creo que venía a
cuento, aunque esto depende de cada uno.
He visto la serie de la que tanta gente habla, Unorthodox. No
me llamaba mucho, pero me animé al ver que eran solo cuatro capítulos. Y me
gustó mucho, la verdad. Cuenta la historia de una comunidad de judíos
ultraortodoxos en el barrio neoyorquino de Williamsburgh. Te quedas alucinado
porque es una auténtica secta.
Hay una escena que me gustó mucho. La protagonista se escapa
a Europa, a Berlín en concreto. Allí está en un bar con unos amigos que ha
hecho y está comiendo un sándwich. Al enterarse de que es de jamón, sale
corriendo fuera y se apoya en un árbol para vomitar. Pero no lo hace. Vuelve y
le explica a su amiga que es que siempre había pensado que si comía jamón
vomitaba. Me pareció ilustrativo de lo importante que es recibir una buena
educación. Me hizo pensar también en las
creencias que a veces tiene uno sobre sí mismo basadas en premisas equivocadas.
Lo que trato de decir es que te puedes pasar la vida alimentando miedos infundados, hasta el punto de que te crees que si te pasa determinada cosa o haces algo que te da miedo vas
a vomitar y de repente vas, lo haces, y descubres que no vomitas.
La otra serie que he visto es Run. El punto de partida me
encanta. Un chico y una chica se dicen, con veinte años, que si más adelante en
la vida a uno de los dos le iba mal escribiría al otro un mensaje en
el que pusiese "RUN". Y si el otro contestaba con "RUN" se
verían en la mítica estación Grand Central de Nueva York para coger el primer tren que
saliese a las 17.30 tuviese el destino que tuviese. Pues resulta que se mandan
el mensaje y se meten en un tren que va a Chicago y tiene dos paradas cortas de
veinte minutos. Una es en Pittsburgh y otra en Cleveland. Yo pensé si
aprovecharía esas paradas para bajarme a soltar las piernas. A veces pienso
esas cosas. Y llegué a la conclusión de que en Pittsburgh no porque no me
fiaría un pelo, pero que en Cleveland sí, sin duda, me bajaría tranquilamente a
estirar las piernas y luego subiría de nuevo al tren. Supongo que hay gente que
se bajaría en Pittsburgh y jamás se bajaría en Cleveland y los habrá que se
bajarían en las dos y que no se bajarían en ninguna. Esto va en los gustos de
cada uno. La serie está muy bien, que casi se me olvida decirlo.
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